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En el Perú desde hace 5,000 años se desarrollaron altas civilizaciones en la costa, la sierra y la ceja de selva, regiones naturales que hacen del país uno de los diez estados con mayor biodiversidad en el mundo. En esa larga evolución del hombre, la sociedad, la cultura, la economía y el Estado en el antiguo Perú, se desarrollaron una amplia diversidad de reinos, estados locales y regionales, cada uno con sus propias lenguas, visiones del mundo, dioses y estructuras de gobierno. Este desarrollo de sociedades plurales, regionales y locales fue objeto de dos grandes procesos de conquista, expansión y unificación: el imperio Wari (700 – 1200 d.C.) y el imperio de los Incas o imperio del Tahuantinsuyo (1400 – 1533). El Tahuantinsuyo en menos de cien años alcanzó una gran expansión y abarcó un territorio de cerca de dos millones de kilómetros cuadrados. Por el norte llegó hasta las cercanías de Pasto (actual Colombia), y por el sur hasta el río Maule (actual Chile). La capital del imperio fue la ciudad del Cusco. En 1533 se produjo la conquista española. Se abrió así una nueva etapa de la historia del Perú. Durante este período colonial o virreinal se iniciaron las relaciones entre el Perú y Portugal, desde un punto de vista societal, a través de las migraciones.

Desde el siglo XV los portugueses constituyeron la población mayoritaria de la minoría extranjera que vivió en el Perú hasta el siglo XVIII. Facilitó esta presencia portuguesa en el Perú el proceso de unificación de España y Portugal en una sola corona, la concesión que se otorgó al Portugal para la venta de esclavos negros y las acciones de la inquisición, relacionadas con los judíos conversos. En ese contexto, entre 1580 y 1640 se produjo la mayor inmigración portuguesa al virreinato peruano.

No obstante el período de unificación con España, los portugueses que migraron al Perú mantuvieron su identidad nacional portuguesa y su cultura, a través de la tendencia a preservar los matrimonios dentro de las redes portuguesas. Su presencia en el Perú contribuyó a la diversidad cultural de la sociedad, a la economía y al desarrollo institucional. Se asentaron especialmente en las ciudades de Piura, Trujillo, Cajamarca, Lima y Arica. La actividad económica que efectuaron en el Perú fue esencialmente el comercio. Muchos de ellos llegaron a desempeñar puestos y posiciones destacadas en la sociedad peruana de la época.

El Portugal a principios del siglo XV fue una potencia marítima y colideró los grandes descubrimientos geográficos de la época, especialmente en el África y en América. En el siglo XVII expandió su presencia en la región amazónica de América del Sur. El 1 de octubre de 1777 celebró con España un tratado de límites sobre las posesiones en el subcontinente. Cuando se produce la independencia de América Latina, los países que colindaban con el Brasil, entre ellos el Perú, asumieron que sus fronteras, por el principio de sucesión de estados, estaban establecidas en el Tratado de San Ildefonso.

El general José de San Martín, protector del Perú en los primeros años de la independencia, pensaba que antes del régimen republicano, al Perú por su tradición de centro del virreinato más importante de América del Sur, le podía corresponder una monarquía constitucional. Para ello mandó una misión a Europa conformada por los diplomáticos Juan García del Río y Diego Parroissien, con la finalidad de hacer consultas para obtener el acuerdo de un príncipe que pudiese gobernar el Perú, proveniente de Gran Bretaña, Rusia, Francia o Portugal. Este proyecto no se concretó. García del Río y Parroissien fueron acreditados como agentes del Perú en Europa, incluido Portugal. Posteriormente, a partir de 1826, se nombró como agentes en el viejo continente, y por ende en Portugal, a J. J. De Olmedo y José Gregorio Paredes.

Entrado el siglo XX, se acredita el primer agente diplomático peruano en Portugal, en la calidad de encargado de negocios titular. En 1938, ambos países elevan sus representaciones diplomáticas a la categoría de embajadas.

En todo este proceso, el Perú y el Portugal compartieron membresías en diversos organismos internacionales, especialmente en la Sociedad de Naciones.

A lo largo de la historia, las relaciones peruano-portuguesas se han caracterizado por vínculos de amistad y coincidencia en la defensa del derecho internacional y los principios esenciales de la convivencia pacífica entre los estados y la cooperación para el desarrollo. Con la finalidad de propiciar el intercambio de opiniones, concertar posiciones comunes en la agenda internacional y promover la cooperación y las relaciones económicas y comerciales entre los dos países, el 24 de junio del 2017 se suscribió el “Memorando de entendimiento para el establecimiento de un mecanismo de consultas políticas entre el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República del Perú y el Ministerio de Negocios Extranjeros de la República Portuguesa”. El mecanismo tiene por objeto proyectar y verificar el desarrollo de las relaciones bilaterales e identificar posiciones comunes a ser ejercidas en el ámbito multilateral. Se ejerce a través de los viceministros y altos funcionarios y se reúne de manera alterna en Lima y Lisboa. A fin de crear el marco jurídico y los mecanismos más adecuados para incrementar las relaciones económicas, las inversiones y el comercio, ambos países han suscrito sendos acuerdos y convenios para la promoción y protección recíproca de las inversiones, eliminar la doble tributación y prevenir la evasión fiscal en relación con los impuestos a la renta, la cooperación en el ámbito del turismo, la supresión de visas entre el Perú y el Portugal, y la protección del medio ambiente, incluyendo acciones concertadas para enfrentar el cambio climático.

En el ámbito social, se encuentra vigente el acuerdo para la reducción de la demanda y la prevención y lucha contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas (2012).

Tratándose de dos países caracterizados por la riqueza de su patrimonio cultural, la cooperación en esta área se da tanto en el ámbito bilateral como multilateral, especialmente en los comités del patrimonio mundial y el patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO. Esta cooperación está orientada por el Convenio de Intercambio Cultura suscrito en 1977. Desde el 2012 se ha añadido a esta cooperación un acuerdo para la protección, conservación, recuperación y devolución de bienes culturales, paleontológicos, arqueológicos, artísticos e históricos, robados o exportados y transferidos ilícitamente.

Existen también acuerdos dirigidos a promover la movilidad de las poblaciones de uno y otro país y a proteger a sus respectivas comunidades de nacionales radicados en sus respectivos territorios, especialmente el acuerdo sobre supresión de visas.

En la actualidad, ambos gobiernos están comprometidos junto con los sectores empresariales y de la sociedad civil, en la promoción de un mayor grado de intercambios económicos y de turismo. Las cifras de estos intercambios por el momento todavía son incipientes, pero ese mismo hecho les otorga una eventual dinámica de crecimiento de oportunidades muy importantes.